16 ene 2016

Sólo estar.


- Cómo me gustaría que apareciera el abuelo de repente aquí, en esta habitación y luego, cuando tuviera que irse, pues que se fuera.
- Sí, teletransportado. Ahorraríamos mucho tiempo si eso se pudiera hacer, la verdad. Ay los abuelos...
- Sabes mamá, yo tengo un recuerdo de cuando era muy pequeño en casa de los abuelos, yo estaba sólo con el abuelo. Él y yo solos. En el rinconín ese que me gusta. ¿ Sabes ?
- Sí, sí, ya sé cuál es ese rincón y ¿ qué pasaba? , ¿ qué hacíais ?.
- Pues eso, ¡ nada más ! ¡ Que estábamos allí !
- Maravilloso, sólo estar.
A veces, los adultos estamos tan preocupados por deslumbrar con conocimientos, por dar opiniones, que nos perdemos lo esencial. Cuando estás con alguien de mucha confianza, no hace falta hablar de todo, ni opinar, sólo estar, como tú con el abuelo.
¿ Sabes ? vas a tener un recuerdo muy fuerte y bonito toda tu vida de la casa de los abuelos, siempre. Pero sobre todo de ellos, que ya se están haciendo mayores. No siempre van a estar aquí, algún día nos dejarán.
- ¿ Es por eso que dices de la Ley de la vida ?
- Sí... Han estado casi toda la vida juntos. El año que viene hará cincuenta años que se casaron.
- ¿ Cincuenta años ? ¿ Eso es más que cien, mamá ?
- Ja ja ja. No, no, es menos, y tú ya has estado más de cinco años de tu vida muy cerca de ellos.
- A mí me gusta mucho la casa de los abuelos, lo abro todo, lo miro todo, me gusta saber todo lo que hay en todas partes, los armarios, los cajones, soy curioso.
- Ay qué cotillina...
- ¡ Oye ! Cada uno es de una manera. No me llames cotillina.

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