- Mamá mira Platos sucios, está metido entre los jerséis de lana, hace una cuevita para resguardarse del frío.
- ¿ Platos sucios ?
- Sí, Platos sucios, hoy Susu se llama así.
Me gusta mucho esa cestita en la ventana, vemos el jardín, el cielo, las cigüeñas, y al gato siempre.
- A mí también me encanta este ventanal por el que va pasando mi
vida.... nuestra vida, ¿ te das cuenta ? van pasando los años, y también
las estaciones.
Ahora es primavera, mira ese magnolio delante
majestuoso, rosado, indiscreto y tremendo... lo adoro, y esa kerría
japónica cuajada de flores de intenso amarillo, y las flores ciruelo,
los brotes que arrancan por todas partes en la parra, es la época más
bonita de colores aquí. Y con estas fuertes lluvias que están cayendo,
cuando venga un poco de calor, todo va a explotar en verdor.
- Si estuviera aquel gatín que se llamaba Pelusina ahora se podría casar con Susu y tendrían gatines.
- No hace falta que se casen. Los gatos no se suelen casar...
- Bueno pues tienen que hacer el funeral igualmente.
- Pero... ¿ qué funeral ? Eso se hace cuando uno se muere.
- Ah... cuando te encenizan.... no, pues entonces el casamiento. ¡Yo quiero tener por aquí muchos gatetes pequeños!
- Sí... son una delicia, creo que los gatos tienen los mejores
cachorros, los más bonitos. Hace un tiempo, yo tenía un par de gatas,
las dos estaban preñadas y parieron casi a la vez, dormían fuera, en el
pajar, arriba. Cada mañana yo iba y les echaba pienso, y miraba con
pasión esas vidas surgiendo... había diecisiete cachorros correteando y
mamando de la mamá.
Un día una de las gatas desapareció, y por la
mañana todos sus gatitos estaban solos y casi fríos, sin fuerza apenas
para maullar...
- Pobrecines...¿ Y qué pasó ?
- Pues cogí los
gatitos y se los puse en la caja de la otra gata para que ella los
alimentara y los calentara... Pero los rechazó,
- ¿ No los quería ?
- No. No los quiso... Fíjate... distinguía muy bien entre cuales eran o
no los suyos propios. Así que calenté agua, la metí en la bolsa y se la
puse en su caja, y empecé con el biberón, cada día varias veces a cada
uno. Leche con agua.
- ¿ Y tú les dabas el biberón todos los días ?
- Sí, con mucho cariño, igual que a vosotros dos, mis cachorros
humanos, durante veinticinco meses estuvimos en esa conexión que
alimenta.
- ¿ Y dónde están esos gatos ahora ?
- Les perdí la
pista. En los pueblos los gatos son libres, salen y entran, suben por
los tejados y por las tapias, huyen de perros y de lluvias, cazan
ratones, lagartijas y pájaros... a veces se van y ya no vuelven, pero me
gusta así. Me gusta darles la oportunidad de una libertad total y al
mismo tiempo que tengan siempre comida y techo.
- Mamá
- Dime
- Tenemos una profe nueva de música, hasta que se cure la anterior, que está malita.
- Ah.. y cómo se llama.
- Alejandra.
- Ah, qué bonito, nombre, me gusta mucho Alejandra.
- A mí no me gusta nada me suena a lasaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario