- Llevas con esa cachita toda la semana. Es muy dulce verte ir con ese 
palito a todas partes. Te he visto en la siesta, en el vater, en la 
arena, comiendo... pero me temo que no vas a poder subir al avión con 
ella.
 - ¿ No ?
 - Pues me parece que no. A ver qué opina papá, 
pero yo creo que será muy difícil que en el control de policía te dejen 
pasar... es un palo muy grande. Y según están las cosas... las medidas 
de seguridad en los aviones son a veces excesivas, a veces incluso absurdas.. pero es lo que hay.
 - Y... ¿ No lo puedo meter en la maleta ? A ver...
 Uhm... no cabe, y en esta tampoco. Y en la mochila tampoco.
 - Mira Martín, donde vamos es tierra de bosques, de muchos árboles. 
Podremos ir la semana que viene a buscar una nueva cachita. Yo creo que 
te debes preparar por si no puedes pasarla. No te frustres. No llores. 
Te voy a conseguir una cachita estupenda para ir al monte.
 - Es que se me ha roto... Ya no vale, mira, ya no me llega ni hasta la rodilla.
 - Bueno pues mejor así, la verdad. Dile adiós a tu palito.
 - Pues llevaré a Leoncio.
 - Me parece bien. Se acabó la cacha ¡ por fin!
 Nunca os había visto llevar un peluche a cada uno en la mano, es muy 
bonito. Siempre me ha parecido muy tierna la imagen de los niños con un 
peluche enorme colgando y corriendo detrás de sus padres llenos de 
maletas por los aeropuertos.
 Es increíble lo rápido que cambiáis de actividad...
 - Oye mamá. Esto está demasiado rico para ser verdad...
 - Me alegro de que os gusten. Yo los llamo emparedados de viaje.
 - Mamá, cuando te mueras ¿ qué prefieres, que te entierren o que te incineren ?
 - Yo prefiero que me incineren. Este cuerpo es como un traje de alquiler. Hay que devolverlo a la Tierra al final de la vida. 
 Yo quiero que mis cenizas se esparzan por el mar o por las montañas del pantano de Luna. No me gustan las cajas de  difuntos.
 - El abuelo también quiere que le incineren, y la abuela. Yo vi a Tayo 
cuando le enterraron, en su cajita, y no me gustó. Se quedó allí.... 
solo y ...
 - Claro, se terminó su vida. Murió. Fuimos a despedirle. A
 acompañar a su familia, que estaban tristes. Pero él vivió siempre muy 
contento.
 - Mamá...
 - Dime.
 - ¿ Puedes darme otro emparedado de viaje ?

 
 
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