1930 ponía a la entrada de un pequeño cementerio pegado a un templo católico con un estilo muy colonial. Yo no había nacido, claro ni mi padre tampoco, y mi abuelo tendría unos 15 años. Todos allí, su materia y también todas sus insomnios sus proyectos y su esperanza. Un día despiertos, vivos y al día siguiente sin chispa sin calor
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