-Me gusta mucho hablar con la abuela por teléfono. Voy a llamar. Tengo
que recordarle que cuando vaya a ver a Kali tiene que acariciarla muy
suave detrás de las orejas, y que la acaricie hasta que ponga el motorín
de ronroneo.
- Ya veo que te encanta, tienes unas conversaciones
con ella de media hora... Ella también sabe preguntar. Está muy bien.
Aunque cuando yo estoy fuera y llamo me despachas rápido con un "te
quiero mamá" y ahí me dejas.... Bueno, coge el teléfono fijo y llama y
hablas un rato.
- No contesta nadie...se habrán ido con la moto por ahí a subir puertos, que les encanta...
- Pues seguro. Ahora en verano es estupendo. A la abuela le chifla.
- Mira mamá, te voy a hacer un truco con las cartas que me enseñó el
abuelo. Ven. Eliges una de todas estas que tengo aquí. Y ahora yo te voy
a decir cuál es, sin verla.
- Sí... los trucos de magia del abuelo, ja ja ja, a ver cómo te sale.
- Todavía tengo que practicar un poco...
- Sí, porque se te ve un poco el truco del almendruco.
- El abuelo también "sabe desaparecer" cosas. Lo tira hacia el techo y
ya no lo ves. Se quedan las cosas por ahí, por el aire, y cuando él
quiere ¡Las hace bajar otra vez!
- Qué bueno, a ver si aprendes a hacerlo tú y me lo enseñas.
Mira, yo te voy a enseñar otra cosita:
Es algo para calmar los ojitos, es muy fácil, te gustará....
Frotas una palma de la mano contra la otra, así, muchas veces, mira qué
calor le llega a toda la palma al frotar....después haces como una
forma de concha de mar con cada mano, así, y después te cubres los ojos
con esa conchita, los ojos están abiertos y ven la oscuridad y también
reciben el calor, y descansan en esa cuevita. Los ojitos tuyos no se
cansan de mirar en todo el día, son muy activos, están descubriendo el
mundo.
Siente ese calor. Vuelve a hacerlo y deja que el cuerpo reciba lo que está pasando.
Simplemente no lo impidas. Escucha. Aunque sean unos instantes.
- Me gusta mamu.
- ¿Mamu?
- Sí, Mamu Sadu. Me gusta llamarte Sadu, y a papá le llamo Chaco, o Pacharra.
- Bueno, si es el nombre que me toca... pues Sadu. ¿Tú sabes lo que es un Sadhu?
- No.
- Son hombres, indios, renunciantes, que ya están en la última etapa de
su vida, después de estudiar, y ser papás. Se dedican a peregrinar, y
no quieren ninguna atadura con los bienes materiales. En India hay
muchísimos, millones de sadhus, la gente les da de comer, ellos imitan a
Shiva, el del tridente, se pintan tres rayas con ceniza en la frente,
que quiere decir que no quieren saber nada del egoísmo, del deseo ni de
la fantasía, muchos llevan ropas de color azafrán, símbolo de la sangre
fértil de Parvati, que es la mujer de Shiva.
Y siempre están meditando. Tienen un aspecto que impresiona, y los hay que también van desnudos, cubiertos de cenizas.
En nuestra civilización esto sería imposible... aquí estamos todos bien
vestiditos y atados a los bienes materiales, al egoísmo, a la
tecnología, a la ilusión, Maya... Y nadie da dinero a nadie para que
siga un camino espiritual, así, de una manera tan tranquila. Todo esto
aquí no se valora. Allí son hombres santos. Y se respeta.
- Mira
mamá, ahora yo te voy a enseñar algo, mira, cuentas uno, dos y tres y
tienes que sacar piedra, papel o tijera. Con la mano, con los dedos.
Así, así y así. Y si coincidimos entonces tienes que hacer lo que yo te
pida. Soy el jefe.
- Pero qué listín eres... y ... ¿qué me vas a pedir?
- Ese bizcocho que haces con plátano y chocolate... pero te ayudo a
hacerlo, y que sepas que a mí también me gusta ir desnudo, como a los
sadhus.
2 comentarios:
Genial Silvi.
Que relato tan tierno y hogareño, me encanta y... ojalá fuésemos un poquito más "Sadhus" en occidente.
EDU.
Tengo abandonado este blog Edu... no se puede con todo...
Un abrazo
Publicar un comentario